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Notas de opinión

Reseñas de libros

María Isabel Clucellas - Traiciones

“Largos, interminables, desgastantes, los días se habían sucedido, inevitables, con su eterna ronda de noches, noches de insomnio, de impotencia, de espera dolorosa, inútil, estéril.
No. No fue así. Ella lo consignó como un hecho, una anticipación cierta de algo que no se produjo. Sólo un deseo, el suyo, un deseo inflexible, inclaudicable tal vez, pero sólo eso, un deseo.
Los renglones torcidos, piensa, después de resistirse durante varios días a creer en los hechos. Una defensa. El golpe que acaba de recibir es artero y muy duro.
¿Sería su destino sumar traiciones? Traiciones de sangre. Ahora, traición de los propios.”
Este fragmento de la novela Traiciones, de María Isabel Clucellas, es representativo del nivel de comunicación que la autora establece con sus lectores. Los hace vivir, compartir, involucrarse, acompañarla en cuestiones que, con singular destreza –manifestada anteriormente a través de Los que esperan, El jurisconsulto, entre otras- despliega ante ellos de manera auténtica y realista, dificultándoles el aislamiento del anecdotario básico indiscutible capturado entre redes netamente ficcionales.
A lo largo de Traiciones, se percibe la lucha de la protagonista contra el propio desaliento, la propia desilusión, y su denodado batallar contra una maraña de intrigas, difamaciones, inmoralidades, torpezas y codicia.
La anécdota enfrenta su compromiso ético, su obligación vincular, no sólo a los acostumbrados conflictos sucesorios sino a las dolorosas traiciones de su propia sangre.
Un enfrentamiento donde cada batalla ganada con apasionamiento se transforma en auténtica aflicción ante la pérdida de lazos afectivos.
Sin embargo el empeño de su personaje por no renunciar, por proseguir la lucha hasta alcanzar la satisfacción del deber cumplido, hasta alcanzar la paz con el mandato interior de su conciencia, bien pudiera constituirse en ejemplo a seguir ante otro tipo de conflictos. Y si algo de la personalidad de María Isabel Clucellas ha sido transmitida a su heroína en la ficción, no duden ustedes que, la suya, debe ser una naturaleza descollante.

© Norma Segades – Manias (Santa Fe)

María Rosa Lojo - Esperan la mañana verde

Autora de transparente mirada, María Rosa Lojo oficia los rituales de un nuevo silabario, el que contiene la más secreta irradiación del mundo. Así ejerce su pluma: con la solvencia de quien sabe alcanzadas las alturas de un lenguaje de espléndida belleza desde el cual se atreve a despeñar, sin titubeos, la esencia de una búsqueda que impregna toda su literatura. Con acertadas imágenes, ve delineando un mundo de interrogantes espirituales e intelectuales –universo onírico donde cohabitan lo cotidiano, lo mítico y lo místico- en la utilización de una fluidez verbal que cautiva como redes de sensibilidad estremecedora, de modo tal que, aún lindando temáticas sociales, permanece absolutamente fiel a los matices líricos logrados con total equilibrio y justeza de las formas. Su trama discursiva, estructurada desde un notable acercamiento a la narrativa, parece surgida de las manos de una antigua hilandera, alguien capaz de enhebrar minuciosas lanzaderas y tejer, en enigmático silencio, los sencillos rituales de una urdimbre poética de delicadaza textura. De allí que, a poco de desandar las páginas de este libro se experimente la sensación de estar atrapado en una enorme metáfora de simultaneidades, historias apenas presentidas donde confluyen y confunden y desdibujan otras historias o fugaces revelaciones acerca de la naturaleza humana, eterna exiliada en los asépticos territorios del olvido. Tal es el tono de esta voz sugerente que parece engendrar, en sus profundidades, toda la fascinación de una atmósfera recóndita, genuina y coloridamente misteriosa, de apropiada inspiración para el desarrollo de este nuevo corpus tropológico, que enciende sílabas precisas acerca de la transitoriedad del ser y sus vanos intentos por encontrar los códigos que le permitan trasponer, en la mañana verde, las fronteras desnudas de la magia.

© Norma Segades - Manias

Gloria de Bertero - Bajo todos los cielos

Indira Ghandi decía que "es un privilegio el haber vivido una vida dura". Quizás por ello las políticas culturales poco propicias son las que mejor ponen a prueba la creatividad de los seres humanos que abrevan en el espíritu su sed de proyección intelectual. Quizás por ello, Gloria de Bertero nos haga, ahora, llegar sus poemas en un formato sorprendente y poco convencional. Se trata de un disco compacto al que el lector puede acceder a través de su PC interactuando con los textos a través del sonido y la animación digital. Pero esta especie de "libro virtual" altamente instructivo ofrece, además, una característica esencialmente dominante en la personalidad de su autora, su meritoria buena disposición para compartir espacios duramente conseguidos. Entonces, nos es dado presenciar, junto a cada texto poético, el sello iconográfico de conocidos plásticos santafesinos que Bertero, siempre respetuosa de las expresiones artísticas, no sólo se niega a utilizar como simple ilustración enriquecedora de sus versos sino que se preocupa por la presentación de cada rostro, por el relato de cada logro y por oficiar como anfitriona en un breve recorrido por la galería de sus obras. Así puede nuestra mirada deleitarse con las expresiones artísticas tanto de Tatiana Corte, Norma Guastavino, Zulma Molaro y la inolvidable Manuela Pintos Tezanos, que desarrollan o desarrollaron su actividad en nuestra capital provincial, como de Beherenz de Echagüe, Lily Bolatti, Wilma Bolzico, Erni Borla, Kieffer de Cursack, Giménez Barquim, Pyli Urfer, Angela Venzo, Polera de Zilli, Girón de Zimmermann, entre otros que lo hacen desde el interior del interior de un país poco dispuesto a los reconocimientos. Por lo demás, la voz en off de la autora, desde la ternura, acompaña al que esté dispuesto a aventurarse en la geografía de este nuevo soporte textual, leyendo sus poemas "bajo todos los cielos" como quien va sembrando los indicios que señalen la senda del regreso. Migajas de pan blanco, piedrecitas, íntimos vestigios de instantes singulares que, siempre, tienen que ver con la vida y con el amor – esa es la división con que la autora organiza los dos capítulos que lo conforman - pero también tienen que ver con los sueños. Y pese al lo que expresa en los versos finales de su poema "Cosecha", ("La casa ha madurado. Es tiempo de cosecha"), Gloria, si bien ha madurado, continúa sembrando, que es, nada más ni nada menos, una hermosa manera de soñar.

© Norma Segades - Manias



 

Paulina Riera - Dibujar con palabras


A través de este título, Paulina Riera nos entrega un libro que fuera galardonado con el premio edición en el concurso de poesía 2000, organizado por Ediciones Baobab y en el cual, utilizando diversas simbologías, va socavando, imprimiendo, relevando las huellas digitales de su particular mirada. Dibujar con palabras se nos presenta estructurado en cuatro capítulos claramente diferenciados. En el primero, De poemas, torretas y desvanes, su autora esboza las características de este solitario oficio de escribir, definiendo a los poetas como "habitantes de espejos, torretas y desvanes" y, mediante especie de relámpagos visuales, logra convertir en sustancia reflexiva las intimidades del alma: "No me puedo ausentar si no te muestro antes / el hueco en el aire / que dejan los árboles que mueren / los pájaros / cuando no cantan". El segundo capítulo, Imágenes para coleccionar, constituye un verdadero conjunto de instantáneas que una lectura casual podría definir como meramente representativas pero que, desde la óptica de un esteticismo plástico, trae a la memoria las palabras de Manet cuando expresara "la luz es el principal personaje de un cuadro". Porque Riera encuentra las palabras exactas que ofician como pinceles para envolvernos en la transparencia: "...el azul me atraviesa de luz la piel ingrávida..." o "...tibias pinceladas de blancos aleteos sobre un insolente añil mediterráneo"... El tercer capítulo, Privado país de puentes y abismos, es más intimista, se asemeja a aquellas imágenes del silencio cotidiano de Ricardo Herrera que, al ser sonetos (en el escritor citado) pueden parecer alejadas en la versificación, en el aspecto rítmico, pero no así en la temática de los poemas, dado que ambos se entrelazan en este analizar los avatares de la temporalidad atravesando aconteceres cotidianos de recuerdos: "Con ellos / preparo el equipaje / para cualquier comienzo / y me siento a esperar / en las puertas del alma.", esperas, encuentros, decepciones, soledades... En el capítulo cuarto, al que titula De hombres y dioses, desgrana visiones de cercenamientos, vidas abortadas e intemperie de diversa índole, es decir da testimonio de una realidad deshilachada, que no es otra sino esta que nos rodea, desde el lenguaje de la impotencia: Mientras el hombre / sigue matando al hombre / convalidando / una vez más / la mascarada / a ella la acompañan / solamente / los pájaros.", pero también de la esperanza: "... te reclamo / el grado de locura / de fuegos en el alma / necesarios / para poder seguir trenzando al hombre / con una historia abierta / y un puente / temerariamente / arrojado / a la esperanza..." Sólo resta agregar que esta ópera prima no llega para acercanos la tímida voz de una principiante, sino el producto de una inclinación literaria que pudo o no haber estado encubierta, pudo o no haber pasado inadvertida para los demás, pero que sintetiza la puesta en valor de hechos, anécdotas, circunstancias que tienen que ver con el análisis reflexivo y la madurez espiritual de su autora.

© Norma Segades – Manias



Rubén Vela - Poemas americanos


Rubén Vela es un poeta mayor, una voz inconfundible dentro del quehacer literario argentino y latinoamericano. De allí que esta nueva selección y estudio crítico de su poética emprendido por Nina Thürler y Ediciones Eleusis signifique un valioso aporte de reflexión para todos aquellos lectores ávidos de poesía. Si bien la producción de Vela implica en sí un constante desafío, un constante descubrimiento, estos poemas tienen el poder de transportarnos hacia lo más profundo de un americanismo que, en apariencia, parecía habernos sido negado a los argentinos, legatarios de una identidad cultural resultante de históricas oleadas de migraciones europeas. Desde un conmovedor interrogante:"¿Cómo eras, patria de mi patria, antes de llamarte / América?", en la respuesta crece, como un viento nocturno, la palabra desnuda, el decir despojado: "Alta luz del silencio / sobre la noche / tu mansa voz de luto / me desnuda." Quizás porque el poeta presiente –tal como lo declarara en una entrevista- que la musicalidad de Rubén Darío, el apasionamiento de Pablo Neruda o la exaltación indigenista de Vallejo cantaron ya con voces únicas al suelo continental, su palabra elige un sendero diferente, se eleva intentando no develarlo todo, acercando al lector un fragmento, una huella, apenas una imagen que, sin decirlo en su totalidad, sin definirlo, lo ayude a reconstruir el concepto de espacio americano. "Mi obra es, en ese sentido, casi arqueológica. Mis poemas (...) son una contraposición de voz y de silencio, de canto y de soledad." Este poeta nacido en Santa Fe, perteneciente por razones cronológicas a la generación del 50, en una forma particularísima de denunciar olvidos, sin erigir estructuras panfletarias, manifiesta: "´Esto es América´, me decían, / mostrándome las altas cordilleras, / el suicidio del sol sobre los trópicos, / los grandes ríos furiosos. / Sólo vi pies descalzos, / criaturas americanas / sobre el hambre y el frío / como frutos desnudos. / ´Esto es América´. Sobre las tierras / indias del centro y del sur / vi desolación. Y, al borde, / las grandes ciudades opulentas, sólo / al borde..." Licenciado en antropología y en arqueología, Rubén Vela confiesa ser urgido por decir todo lo que lo rodea, por cantar todo lo que lo conmueve. Es así que nos habla de ciudades abandonadas en misterios selváticos por los dedos del tiempo: "La edad / de los cuerpos / desnudos / donde todo / está muerto / o todo está / por nacer"; de razas sometidas por "una larga memoria de violencias": "Raza entera de hombres / con los pies en la tierra / y con tanto dolor / como cabe en el mundo."; de dudas inquietantes acerca del futuro: "¿Qué tendrás, hijo mío, / qué muerte elegirás / para seguir viviendo?" Y para toda denuncia, para todo reclamo, se aferra a la palabra: "Si por acaso / algún día olvido la palabra, / si por acaso / -digo- / la palabra me olvida / me volcaré a la tierra, / me llenaré las manos / con barro nutritivo, / con profundas memorias vegetales, / con raíces de pan."; "La palabra / siempre / temerosa / del vestido / de / gala / sobre su desnudez / magnífica."; "La palabra en armas / su porfiada vehemencia / su penetrante ardor / su insolente / su incómoda / sencillez." Al decir de Nina Thürler, "Rubén Vela ocupa un espacio de privilegio en la poética Hispanoamericana de la segunda mitad del siglo XX." Justo es, entonces, que las nuevas generaciones se nutran de su personal cosmovisión para que, abandonado el excesivamente farragoso territorio de la metáfora o los sitios sangrantes con olor a trinchera, esas voces nacientes comprendan que: "El trueno liberado / aún no es poesía. / Conviértelo en silencio."; y que, cuando lo logren, al igual que ante las ruinas de Chichén-Itzá, puedan decir, con total convencimiento: "Has vencido a la lluvia / y al viento de esa lluvia. / Has vencido a la muerte / y al viento de esa muerte."

© Norma Segades - Manias