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Notas de opinión

Paulina Riera - Dibujar con palabras


A través de este título, Paulina Riera nos entrega un libro que fuera galardonado con el premio edición en el concurso de poesía 2000, organizado por Ediciones Baobab y en el cual, utilizando diversas simbologías, va socavando, imprimiendo, relevando las huellas digitales de su particular mirada. Dibujar con palabras se nos presenta estructurado en cuatro capítulos claramente diferenciados. En el primero, De poemas, torretas y desvanes, su autora esboza las características de este solitario oficio de escribir, definiendo a los poetas como "habitantes de espejos, torretas y desvanes" y, mediante especie de relámpagos visuales, logra convertir en sustancia reflexiva las intimidades del alma: "No me puedo ausentar si no te muestro antes / el hueco en el aire / que dejan los árboles que mueren / los pájaros / cuando no cantan". El segundo capítulo, Imágenes para coleccionar, constituye un verdadero conjunto de instantáneas que una lectura casual podría definir como meramente representativas pero que, desde la óptica de un esteticismo plástico, trae a la memoria las palabras de Manet cuando expresara "la luz es el principal personaje de un cuadro". Porque Riera encuentra las palabras exactas que ofician como pinceles para envolvernos en la transparencia: "...el azul me atraviesa de luz la piel ingrávida..." o "...tibias pinceladas de blancos aleteos sobre un insolente añil mediterráneo"... El tercer capítulo, Privado país de puentes y abismos, es más intimista, se asemeja a aquellas imágenes del silencio cotidiano de Ricardo Herrera que, al ser sonetos (en el escritor citado) pueden parecer alejadas en la versificación, en el aspecto rítmico, pero no así en la temática de los poemas, dado que ambos se entrelazan en este analizar los avatares de la temporalidad atravesando aconteceres cotidianos de recuerdos: "Con ellos / preparo el equipaje / para cualquier comienzo / y me siento a esperar / en las puertas del alma.", esperas, encuentros, decepciones, soledades... En el capítulo cuarto, al que titula De hombres y dioses, desgrana visiones de cercenamientos, vidas abortadas e intemperie de diversa índole, es decir da testimonio de una realidad deshilachada, que no es otra sino esta que nos rodea, desde el lenguaje de la impotencia: Mientras el hombre / sigue matando al hombre / convalidando / una vez más / la mascarada / a ella la acompañan / solamente / los pájaros.", pero también de la esperanza: "... te reclamo / el grado de locura / de fuegos en el alma / necesarios / para poder seguir trenzando al hombre / con una historia abierta / y un puente / temerariamente / arrojado / a la esperanza..." Sólo resta agregar que esta ópera prima no llega para acercanos la tímida voz de una principiante, sino el producto de una inclinación literaria que pudo o no haber estado encubierta, pudo o no haber pasado inadvertida para los demás, pero que sintetiza la puesta en valor de hechos, anécdotas, circunstancias que tienen que ver con el análisis reflexivo y la madurez espiritual de su autora.

© Norma Segades – Manias



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